Curiosidad de muñeco
Hola!, mi nombre es Marcelito, así me personalizó mi mamá adoptiva, digo adoptiva, porque soy un muñeco y ella es humana, se llama Vanesa, le dicen Vane y realmente me cuida como si fuese una mamá y yo un hijo de carne y hueso: Me baña, me pone ropa de verano o invierno según la ocasión, me saca a pasear y hasta tengo mi propio sillón.
Vane, solía hablarme como si yo fuese humano, me lo contaba todo, se reía y a mí me gustaba que fuese así, pero un día, vino una amiga y le dijo:
-¡Qué loca!, le habla a un muñeco como si pudiese oírla., a partir de entonces, Vane me dijo que no me hablaría más en voz alta sino que lo haría con su mente, con su pensamiento, así nadie más que yo podría oírla, y desde entonces, su voz no volvió a penetrar más por mis falsos oídos de plástico sino que directamente suena en el interior de mi cabeza vacía.
De más está decir que a la "amiga esa" no la quiero y cuando viene no me gusta nada, porque me mira con codicia, como si quisiera tenerme, idea que me espanta, porque si ella fuese mi mamá, no me trataría como Vane, seguro que me tomaría por los pelos, me tendría todo sucio, desnudo, sin un brazo o sin una pierna y terminaría tirado y olvidado en algún rincón.
Vane, Solía sacarme al patio a tomar sol en mi sillón y para que no me cansara de estar siempre en la misma posición, cada tanto: Me levantaba o me bajaba los brazos, me alzaba o me apoyaba de espaldas contra la pared, poniéndome el sillón delante para que no me caiga y a mí me gustaba hacer que me caía si ella estaba delante mío, porque así podía sentir el calor de su cuerpo, tan distinto al mío, el cual siempre es frío, rígido y de rostro inexpresivo.
Vane, tenía una cámara de fotos y pasaba horas dando vueltas por el patio, persiguiendo al perro o a los gatos, para captar una buena imagen.
Un día le compraron un aparato muy extraño y ella estaba encantada, y yo no entendía para qué servía, ella me contó que se llamaba telescopio y que se utilizaba para observar el cielo, las estrellas, la luna, que tenía dos lentes, que una era más potente que la otra y que por eso, para apreciar mejor el objetivo, necesitaba mayor oscuridad.
Me decía que la luna así a simple vista, en ese momento, se la veía en su fase de cuarto creciente pero a través de la lente se la podía visualizar entera.
Yo la observaba y escuchaba, impotente por no poder moverme y pensaba: ¡Qué mágico sería si al mirarme soplase un viento que golpease mis pestañas, permitiendo parpadear a mis ojos de utilería!, y con ese gesto hacerle sentir que yo, aunque muñeco, estoy incondicionalmente con ella, que la quiero mucho y un montón de cosas más que martillan por salir de mi cerebro de aire, pero para mi desgracia, ella me miró y no hubo viento, brisa ni fuerza ni nada que hiciese cerrar y abrir mis ojos y permanecí insoportablemente inmutable, como era de esperar.
La veía tan entusiasmada escudriñando el cielo, que yo también quería hacerlo, pero cómo decirle si en mi garganta no hay cuerdas vocales, en mi boca no hay lengua y mis labios están sellados., y a pesar de estar consiente de que no tengo vida, llegaba al extremo en que me moría por querer mirar a través del telescopio.
Sin embargo, no todo estaba perdido, porque a veces parece que hasta para un muñeco existen los milagros y no alcanzo a definir cuan grande fue mi emoción y sin temor a exagerar creo que se me humedecieron un poco los ojos y sentí como un retumbar de tambores en mi pecho, como si allí hubiese un corazón humano, cuando le escuché decir:
-Marcelito: ¿Querés ver a través del telescopio?.
Me colocó frente al mismo, extendió mis brazos hacia adelante para que me apoyase, acomodó la lente y...¡Sí, al fin pude ver con mis propios ojos sin brillo todo lo que siempre me contaba!, se alejó y regresó con su cámara, registrando para siempre ese momento, en el que mudamente le gritaba:
-¡¡Gracias, por dejarme satisfacer: MI CURIOSIDAD DE MUÑECO!!.
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